Poesía, no violencia





ISLA NEGRA
Casa de poesía y literaturas
Septiembre - 2010
Dirección: Gabriel Impaglione.
Publicación inscripta en el Directorio Mundial de Revistas Literarias UNESCO
revistaislanegra@yahoo.es - ABRAZO A MÉXICO - http://revistaislanegra.blogspot.es

Martín Micharvegas
Argentina
“Un pueblo hambriento
no tiene elesiones:
o mata al hambre
o el hambre lo mata a él.”



poesía rompe silencio




David Escobar Galindo
El Salvador - 1943
Duelo ceremonial por la violencia III

Húndete en la ceniza, perra de hielo,
Que te trague la noche, que te corrompa
La oscuridad; nosotros, hombres de lágrimas,
Maldecimos tu paso por nuestras horas.

Más que las sombras francas, como las minas
De un campo abandonado, furia alevosa;
La luz no te conoce, por eso estamos
Doblemente ofendidos de lo que escombras.

Por la sangre en el viento, no entre las venas,
Donde nazcas, violencia, maldita seas.

Caminamos desnudos hacia el destino,
Nos juntamos en valles de ardiente idioma
Y si la estrella olvida su edad sin mancha,
Si el fuego se abalanza con sed inhóspita,
Si el rencor enarbola ciegas repúblicas,
Cómo hablarán los días de justas formas.

¡Ah silencio infranqueable de los violentos,
nunca seremos altos si nos dominas,
nunca seremos dignos del aire inmune,
nunca seremos ojos llenos de vida,
sino que en lava inmunda vegetaremos,
entre un sol de gusanos que se descuelgan,
mientras la sangre brota de mil espejos,
oscureciendo el agua con sangre muerta.

Por la sangre en el agua, no entre las venas,
Donde nazcas, violencia, maldita seas.

No, no intentes doblarnos sobre otro polvo,
No sacudas las hojas de nuestras puertas,
Te lanzamos, hirviente, todo lo vivo,
Todo lo humano y puro que nos preserva.

No, no confundiéramos savia y vinagre;
Los ojos se te pudran, te ahogue el humo,
Las ciudades se cierren igual que flores
Inviolables al solo recuerdo tuyo.

Roja peste, violencia, nada ni nadie
Será habitante claro donde tú reines;
Desdichada agonía del hombre falso,
Húndete en la ceniza, sorda serpiente.

Las espaldas, los pechos te den la espalda;
Cierren tu paso frentes, ojos, ideas.
Es tiempo de sonidos que instalen música.
No, no asomes tu río de manos negras.

Por la sangre en el polvo, no entre las venas,
Donde nazcas, violencia, maldita seas.

Ah si el violento asume la ley del aire,
Si aprieta en hierro impuro vidas y haciendas,
Si desala sus pozos de hambre sin dueño,
Si desenfunda el cáncer de su inconsciencia.

Por el mundo, qué huida de espesos pájaros,
Qué castillo de savias que se derrumban;
En el río revuelto, redes sin nombre,
Y en la tierra apagada fieras que triunfan.

¡Pero no! Estamos hechos de sangre viva,
y de huesos más hondos que el desatino;
no hay vigilias que rompan alma de humanos,
ni cinceles, ni látigos, ni colmillos.

Húndete en la ceniza, perra de hielo,
Que te trague la noche que te procrea;
Por la sangre en el viento, no en su recinto,
Dondequiera que nazcas, ah dondequiera,
Sin descanso de estirpes, años y mares,
Sin descanso, violencia, maldita seas.
Lina Zerón
México
Un gran país

Vivo en un país tan grande que todo queda lejos
la educación,
la comida,
la vivienda.

Tan extenso es mi país
que la justicia no alcanza para todos.




Angélica González Macías
Xalapa, Veracruz, México
Amor de patria

La patria es como el amor, tan inasible
Nace que nace por boca, boca que agarra los labios
Besa que besa los ojos, dedos, narices y manos

La patria es soñar despierto, garabateando las horas
la patria te lleva encima, te lleva dentro, tan sola
la patria es ésa que aún, no ha salido de los sueños
la patria es la que hace manos, y hace tripas el cerebro
la niña que vive en ojos, y rebota en el recuerdo
la niña es esta nación, que se ha volado de incendios
es sirena imaginada, que se asolea los lamentos
patria que se inventa sola, con cascabeles al cuello
es dama de trapo y fuego, de miel y espinas por dentro
la patria, patria de ojos, papel de luna por dentro
la patria de los Velarde, indescubierta por cierto
la ráfaga de la patria, patria no estás y te encuentro
ésa la del nombre verde, y el espíritu sangriento
el imperio cabalgando sobre los dientes de un perro
patria del papel de china, del papel de tu esqueleto
carta en la mano que dice:
No te he buscado y te encuentro.





Griselda Álvarez Ponce de León
México
México de mi vida

Yo te miro en un niño de la calle,
cofre arriba limpiando un parabrisa
con la carita ayuna de sonrisa,
(ni una razón a que la risa estalle).

El vidrio diáfano “¡qué no se raye!”.
Mientras el porvenir del sin camisa:
violado por cualquiera, droga, prisa,
ganador de la vida en bocacalle.

Oscura piel de mugre sin aseo,
mirada con dureza que me embiste,
un sólido rencor que deletreo,

huesos al aire, niño que resiste.
Y ahí, aún en pie, ahí te veo
México de mi vida, imagen triste
Diciembre 4 de 1995
Mario Jaime
Narcopoema

El delirio y la codicia
La parafernalia infecta y el rosario
De prostitutas encendidas por el polvo
y un corrido atemporal como una ola
Últimos momentos, jefe, abrazados a la Santa Muerte
¿Escuchas los corceles de acero?
Ya tiembla el mundo con tu efigie
Toma los fajos y absorbe su perfume
Toma las fotografías de tu memoria
Fue bueno y fue brillante
Hoy todo acabará
Como los hombres mueren, por el fuego y la metralla
Y dos divinidades –sólo- a quienes protestar
Escogí el camino de las nubes
Y el cielo perdonará mi gesta
Pero es hora de pagar
Los hombres pagan con honor y hastío
Mira atrás tu ruta cosechada
Avancemos sobre cuerpos desangrados
Fue un placer decapitar contigo a la esperanza.
Toma tu lanza de fuego y acabemos ya.
Martha Laredo
México
Río Bravo

Cruzar el río de los solos.
Cruzar el desierto de la sed
para alcanzar el sueño. Llegar.
Cruzar la barranca, la corriente.
Llegar al sueño. Tener otro mundo. Llegar.
El agua sigue yendo, en medio, de frontera
sin lucha, ni bandera.


Blanca Luz Pulido
Ciudad de México, 1956
Siembra el sudor sus grietas laboriosas.
Como el paisaje, la piel ensaya
un temblor de agua.
Del fuego
Toda la noche vi crecer el fuego.
José Emilio Pacheco
Toda la noche vi crecer el fuego
y no pude tocarlo
ni sumarme a su encuentro luminoso.
Toda la noche supe de su danza

de su comercio con el viento
y no quise sumarme a su llegada
ni celebrar su magnífico retorno.

El fuego es la renuncia de las cosas
a su aspecto tenaz, a su dibujo.

Toda la noche vi crecer el fuego
y no conocí su voz
ni apuré su llama.

Y aquí estoy

en este paisaje de cenizas.
De: 7 Poetas Mexicanos (1940 - 1960) -Selección de Mario Meléndez - Proyecto Patrimonio – 2009- www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura dirigida por Luis Martinez S


Jaime Torres Bodet
México - 1902 –1974
Civilización

Un hombre muere en mí siempre que un hombre
muere en cualquier lugar, asesinado
por el miedo y la prisa de otros hombres.

Un hombre como yo; durante meses
en las entrañas de una madre oculto;
nacido, como yo,
entre esperanzas y entre lágrimas,
y —como yo— feliz de haber sufrido,
triste de haber gozado,
Hecho de sangre y sal y tiempo y sueño.

Un hombre que anheló ser más que un hombre
y que, de pronto, un día comprendió
el valor que tendría la existencia
si todos cuantos viven
fuesen, en realidad, hombres enhiestos,
capaces de legar sin amargura
lo que todos dejamos
a los próximos hombres:
El amor, las mujeres, los crepúsculos,
la luna, el mar, el sol, las sementeras,
el frío de la piña rebanada
sobre el plato de laca de un otoño,
el alba de unos ojos,
el litoral de una sonrisa
y, en todo lo que viene y lo que pasa,
el ansia de encontrar
la dimensión de una verdad completa.

Un hombre muere en mí siempre que en Asia,
o en la margen de un río
de África o de América,
o en el jardín de una ciudad de Europa,
Una bala de hombre mata a un hombre.

Y su muerte deshace
todo lo que pensé haber levantado
en mí sobre sillares permanentes:
La confianza en mis héroes,
mi afición a callar bajo los pinos,
el orgullo que tuve de ser hombre
al oír —en Platón— morir a Sócrates,
y hasta el sabor del agua, y hasta el claro
júbilo de saber
que dos y dos son cuatro...

Porque de nuevo todo es puesto en duda,
todo se interroga de nuevo
y deja mil preguntas sin respuesta
en la hora en que el hombre
penetra —a mano armada—
en la vida indefensa de otros hombres.
súbitamente arteras,
las raíces del ser nos estrangulan.

Y nada está seguro de sí mismo
—ni en la semilla en germén,
ni en la aurora la alondra,
ni en la roca el diamante,
ni en la compacta oscuridad la estrella,
¡cuando hay hombres que amasan
el pan de su victoria
con el polvo sangriento de otros hombres!





Rolando Revagliatti
Buenos Aires, Argentina
Espacio de publicidad

Si te odias latente o manifiestamente
y tienes al menos 18 aguerridos años
y latente o manifiestamente
odias a la gente como a tí mismo

y en primer plano a los diferentes
a los talentosos, a los pobres
a los intelectuales
a toda la condición femenina
a los que no son como tú

ingresa a cualquiera de las Escuelas
de la Fuerzas Represivas
y cumple allí
tu destino.
En e-libro "Desecho e izquierdo"




Luis Palés Matos
Guayama, Puerto Rico – 1898 - 1959
Pueblo

Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!
Aquel viejo notario que se pasa los días
en su mínima y lenta preocupación de rata;
este alcalde adiposo de grande abdomen vacuo
chapoteando en su vida tal como en una salsa;
aquel comercio lento, igual, de hace diez siglos;
estas cabras que triscan el resol de la plaza;
algún mendigo, algún caballo que atraviesa
tiñoso, gris y flaco, por estas calles anchas;
la fría y atrofiante modorra del domingo
jugando en los casinos con billar y barajas;
todo, todo el rebaño tedioso de estas vidas
en este pueblo viejo donde no ocurre nada,
todo esto se muere, se cae, se desmorona,
a fuerza de ser cómodo y de estar a sus anchas.

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo!
Sobre estas almas simples, desata algún canalla
que contra el agua muerta de sus vidas arroje
la piedra redentora de una insólita hazaña...
Algún ladrón que asalte ese banco en la noche,
algún Don Juan que viole esa doncella casta,
algún tahur de oficio que se meta en el pueblo
y revuelva estas gentes honorables y mansas.

¡Piedad, Señor, piedad para mi pobre pueblo
donde mi pobre gente se morirá de nada!
De Canciones de la vida media




Jorge Riechman
Madrid, España - 1962
27 maneras de responder a un golpe
26

Lo pueden hacer muchos,
pero nadie lo hace: entonces hazlo.

Si no lo puedes hacer más que tú,
artesano, tus manos me dan frío.
Enseña a hacerlo a otros.
Que no enmudezca tu casa.
Que la memoria zumbe sobre rosas y asfódelos.

Si se rompe ese hilo
está perdido todo.





Gustavo Pereira
Venezuela
Cartel de la alegría

La muerte debe ser vencida
La miseria echada
Que haya pájaros en cada pecho.
De Libro de los somaris
Angélica Santa Olaya D. R.
México
Ernestina
Para Ernestina Ascencio

Pero qué necia eres Ernestina… ¿no te digo?
¿A quién se le ocurre acabarse las uñas
escarbando el sueño para atrapar lombrices?
¿A quién se le ocurre treparse a los árboles
nomás para comer los mangos verdes?
¿A quién se le ocurre vivir tantos años
dueña y señora de tus propios pasos?
¿A quién se le ocurre desafiar a las piedras
con esa reciura que el sol del trópico sembró en tus arrugas,
con esa mirada de lince que no necesita disfraces
ni municiones para cazar?
¿Qué no ves que tus manos terrosas
amargan el bocado del que empuña el arma
para justificar el pan de cada día?

Vete nomás ahora…
Ahí, con las entrañas de fuera
alimentando a los zopilotes,
dejando tu necia necedad tatuada
en la memoria de la tierra que te oyó gemir,
regalando los ríos de tu sangre
a la precoz eyaculación de los buitres,
tocando la puerta cerrada de un dios menor
que afila los colmillos
en las desplumadas alas de un águila
que perdió el pico bajo una lluvia de monedas;
un dios menor que engulle a sus hijos
para no perder la silla de oro.

Ay Ernestina…
deja de remover las piedras buscando lombrices,
los gusanos más grandes están aquí nomás tras lomita
royendo huesos y lamiendo billetes detrás del mangal.
Abril 2007.



Roberto Juarroz
Cnel. Dorrego, Argentina - 1925 - 1995
25

Hay pocas muertes enteras.
Los cementerios están llenos de fraudes.
Las calles están llenas de fantasmas.

Hay pocas muertes enteras.
Pero el pájaro sabe en qué rama última se posa
y el árbol sabe dónde termina el pájaro.

Hay pocas muertes enteras.
La muerte es cada vez más insegura.
La muerte es una experiencia de la vida.
Y a veces se necesitan dos vidas
para poder completar una muerte.

Hay pocas muertes enteras.
Las campanas doblan siempre lo mismo.
Pero la realidad ya no ofrece garantías
y no basta vivir para morir.
De sexta poesía vertical
Mario Benedetti
Uruguay – 1920 - 2009
Esta es mi casa

No cabe duda. Esta es mi casa
aquí sucedo, aquí
me engaño inmensamente.
Esta es mi casa detenida en el tiempo.

Llega el otoño y me defiende,
la primavera y me condena.
Tengo millones de huéspedes
que ríen y comen,
copulan y duermen,
juegan y piensan,
millones de huéspedes que se aburren
y tienen pesadillas y ataques de nervios.

No cabe duda. Esta es mi casa.
Todos los perros y campanarios
pasan frente a ella.
Pero a mi casa la azotan los rayos
y un día se va a partir en dos.

Y yo no sabré dónde guarecerme
porque todas las puertas dan afuera del mundo.
De Sólo mientras tanto



Jorge Guillén
España – 1893 - 1984
Inferno
Ma tu perché ritorni a tanta noia?
Dice Virgilio a Dante, "Inferno", I, 76.
Los destructores siempre van delante,
Cada día con más poder y saña,
Sin enemigo ya que los espante.
Triunfa el secuestro con olor de hazaña,
Que pone en haz la hez del bicho humano.
Ni el más iluso al fin la historia engaña.
El infierno al alcance de la mano.
De: Final (1981)




Erich Fried
Alemania
Idealista
Para Helmult Gollwitzer
Quien piensa
que el amor a los enemigos
no es práctico
no está considerando
las consecuencias prácticas
del odio a los enemigos
traducción Jorge Riechmann




Alvaro Carrera
Venezuela
Francotirador

Cadencia teórica de tiro: 650-700 disparos por minutos.
Cadencia práctica de un tiro: 60 disparos por minuto.
Potencia del proyectil a la boca del arma: 350 kg.
Potencia remanente del proyectil a 200 m.: 150 kg.

Ajuste del alza: 150 m.
Característica de proyectil: 7,67 de punta hueca.
Cacerina: 20 proyectiles.

El proyectil se desliza secamente
a la recámara.
El selector se coloca en posición
de tiro a tiro.

10, 20, 30 minutos
aperace el blanco,
lentamente encuadrándose el el
vértice del alza y el punto de mira.

El dedo se crispa, cede la falsa caísa
del gatillo, conitnúa… CRAC…
el hombro absorve sordamente el retroceso
del FAL, la mano avanza rápidamente
hacia el selector de tiro y mueve la palanca
a ráfaga.

Se apunta nuevamente sobre el blanco,
encuadre del alza y la mira, respiración
contenida, se baja el arma,
misión cumplida y a comenzar
de nuevo.
De “A carajazo limpio




Rubén Izaguirre Fiallos
Tegucigalpa, Honduras - 1970
Ecatepec de Morelos, México, D.F., mayo/2002

-¿Verdad, papá,
verdad que esos niños sólo están muertos
en la pantalla del televisor?-

-No, mi amor, esas criaturas
ya no existen en la realidad; se han ido,
ya no están, sus cuerpos
pronto serán unos esqueletos-

-Ya sé papá, ya sé:
apaguemos el tele
para que la muerte se detenga
o cambiemos de canal
para que se vaya
a otro lado.-



José Ángel Valente
Orense, España – 1929 - 2000
El crimen

Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.

Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.

La noticia se divulga
con relativo sigilo.

El doctor estuvo brillante, pero
el interrogatorio ha sido
confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada de portera,
dijo
que el muerto no tenía
antecedentes políticos.
Es una obsesión que la persigue
desde la muerte del marido.)

Por mi parte no tengo
nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.

Sencillamente yazgo
aquí, con un cuchillo...
Oscila, pendular y
solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie
ha consumado mi homicidio.



Juergen Polinske
Alemania
Recuerdo II

Hermoso
Sayil ofrece otra vista de la cultura maya
Las frutas del ceibo al lado de la piedra gris
Recogí algunas como juguetes para los niños
En la única casa que hay todavía en Sayil
faltan los adornos
Todo eso se puede ver cerca del lugar
dedicado al amor

Allí hay un falo
alargado hacia el sol como rebelde
Allí me agaché
hacia la flor pequeña
que enfriaba su azul en su sombra
Traducción José Pablo Quevedo

Luis de la Peña Martínez
México
La ley de la furia

No podemos escapar a la furia
de un dios ensoberbecido
por el gastado signo de su enojo:
de pronto, y sin remedio,
nos hemos convertido,
a la vez, en víctimas y culpables.
No habrá disculpas,
ni justificación alguna,
para la mano que dispara
e incendia el corazón
de esta oscuridad
que -de forma doble-
nos ha cegado y segado.
Ni el llanto podrá lavar
nuestros ojos sucios de muerte
-aunque sólo una muerte fuera-.
Los gritos que han
masacrado al silencio
no pueden ya dar sentido
ni dirección a las palabras.
La Ley es venganza
y la venganza, ley;
esta es la única verdad:
rotunda como la redondez
de los astros primordiales
que se rigen por la ley de
su propia furia.






César Vallejo
Perú – 1892- 1938
La violencia de las horas

Todos han muerto.

Murió doña Antonia, la ronca, que hacía pan barato en el burgo.

Murió el cura Santiago, a quien placía le saludasen los jóvenes y las mozas, respondiéndoles a todos, indistintamente: «Buenos días, José! Buenos días, María!»

Murió aquella joven rubia, Carlota, dejando un hijito de meses, que luego también murió a los ocho días de la madre.

Murió mi tía Albina, que solía cantar tiempos y modos de heredad, en tanto cosía en los corredores, para Isidora, la criada de oficio, la honrosísima mujer.

Murió un viejo tuerto, su nombre no recuerdo, pero dormía al sol de la mañana, sentado ante la puerta del hojalatero de la esquina.

Murió Rayo, el perro de mi altura, herido de un balazo de no se sabe quién.

Murió Lucas, mi cuñado en la paz de las cinturas, de quien me acuerdo cuando llueve y no hay nadie en mi experiencia.

Murió en mi revólver mi madre, en mi puño mi hermana y mi hermano en mi víscera sangrienta, los tres ligados por un género triste de tristeza, en el mes de agosto de años sucesivos.

Murió el músico Méndez, alto y muy borracho, que solfeaba en su clarinete tocatas melancólicas, a cuyo articulado se dormían las gallinas de mi barrio, mucho antes de que el sol se fuese.

Murió mi eternidad y estoy velándola.



Mirna Valdés Viveros
México
Eres libertad

UN PUÑO ALZADO
señalando al cielo
es el puño contenido
de los hombres de maíz
de un Batsil winik, Tojolwinik,
Náhuatl, Binizaa, Tlapasnek.

El grito rebelde
en plazas públicas,
en mercados, en camiones,
en escuelas y en las calles.

El reclamo
la movilización
de los ciudadanos de a pie
de este país llamado México.

El trepidar
de plumas tornasoladas
golpeando mi corazón.

La deslumbrante luz de tu segada flor
y la lluvia pertinaz cayendo
cayendo
cayendo.

Eres libertad
una sonrisa desplegada
como bandera
por todo lo ancho del territorio
regodeándose por las grandes avenidas
de los pueblos y ciudades.

Un saber no sé qué
de cómo
cuándo
dónde
repiqueteando como cascabel
en nuestro corazón envejecido
de sueños floridos
en nuestros corazones aguerridos
parchados
zurcidos
compartidos.

Un águila
una serpiente
enredadas en el corazón de la selva
librando una batalla de las mil batallas
esperando
esperando
esperando.

Eres libertad
un llamado
a la cordura
a la razón
una bofetada a la conciencia
para que despierte
y se levante digna
justa y transparente.

Una mueca de encabronamiento
una mentada de madre
un querer aventar el alma por una rendija
del mapa del mundo
que se abre como única posibilidad.

Un abrazo de sol
y dar y darnos con los de abajo
con los más pobres
con los pobres de los pobres
con los pobres de los pobres de los pobres más pobres
de estas tierras
que no tienen ya nada que perder
porque les han robado todo
todo
todo.

Eres Libertad
un beso
amorosamente roto
como un eslabón abierto
por el impacto de tu amor al prójimo
los seres más queridos
que entregaron su vida
luchando por cambiar el mundo
donde un día quepamos todos
donde florecerá
el aliento de la vida
para ellos todo
para los que no te conocen
pero te defienden con pasión
con el corazón bien puesto
en su lado izquierdo
donde tiene su raíz
que se hunde en la tierra
que nos sostiene
nos abriga
con cantos de esperanza
regada por los caminos
buscando
buscando
buscando.

Eres Libertad
el canto del cenzontle
cuando a la tarde ya no le queda luz
sino sonrisas para cobijar tus penas
que se han podrido de pesar
en mi espalda que se agota
de este andar sin paz
sin luz
sin brillo.

Ese camino sembrado
regado y cosechado con la sangre de los caídos
en la fiera lucha contra el poder
ese camino que se viene construyendo
y se abre ancho ante nosotros
ante nuestros ojos
nuestros oídos
que no dejan de escuchar
la melodía de la primavera
que vendrá.

Eres libertad
Un puño alzado
señalando el cielo
una sonrisa desplegada como bandera
una ave con las alas extendidas
Un saber no sé qué
de cómo
cuándo
dónde
un llamado a la conciencia
un beso roto sin grilletes
un nudo desatado a golpes de verso
el nudo que ató mi corazón
y que sólo tu aliento desata.

Eres Libertad
el cenzontle obstinado
cantando
cantando
cantando.

Y

la lluvia pertinaz cayendo
cayendo
cayendo.



Javier Astigarraga
Tucumán, Argentina
Piedad

Piedad
soy sólo un hombre
no preciso tiempos
me pierdo en las distancias.

Busco en los ojos la mirada limpia
que descubre
lo que las voces callan.

Bebo con ansias de todos los vientos
no me asusta el fragor de la batalla
y sin embargo tiemblo
por él
que disparó las balas.

No le guardo rencor
porque en bandos y venganzas
sin justicia
cargué mil veces su fusil con muerte
mientras sus hijos
tronchaban vidas de otros hijos
triunfando indiferente sobre seres
que anhelaban la vida
y esas noches
con el peso en mis hombros
las dormí hasta el alba.

Y aunque muchos festejen en dorados trofeos
sus heroicos triunfos
una lágrima rebelde asoma mis pupilas
liberando mí pena.

Por ellos
por sus sueños perdidos
por la vida.


David Robinson
Panamá
Cuando sea grande
“Yo quiero ir a Coiba, quiero picar la roca, yo quiero ser hampón.
Oír el pito del policía en la mañana. Yo quiero ser hampón.” –Anónimo

Un niño de ocho años sueña con ser pandillero…No quiere ser bombero, ni ingeniero, ni doctor, ni maestro, ni policía, ni portero de la selección de fútbol. ¡No! ¡Nada de eso! Quiere ser hampón.

¿Y dónde ocurre eso? Debe ser un país donde la infancia está sedienta de héroes, donde los villanos asechan a la niñez, donde los casos de abuso infantil abundan, donde los infantes crecen alimentando la idea de la venganza, ya no cuando sean adultos, sino cuando tengan acceso a un arma de fuego. ¡Y sus muñecas puedan con el peso del plomo! ¡Y el pulso no les tiemble! ¡Y el estómago tampoco!

¿Y dónde ocurre eso? Debe ser un país donde la televisión transmita tanta violencia que derrame sangre por la pantalla, donde los delincuentes tienen sus cinco minutos de fama y los honestos son eternamente ignorados, donde se aplaude el juega vivo y se condena a la virtud, donde el dinero fácil es adorado y el trabajo es convertido en un prisionero. ¡Y pensando así crecen! ¡Y se reproducen! ¡Y así siempre la siguiente generación nacerá bajo el signo de la tentación del asesinato!

¿Y dónde ocurre eso? Debe ser un país donde ser un político es ser un corrupto, donde los funcionarios públicos coimean a los ciudadanos por cumplir las funciones por las cuales reciben su salario, donde la policía parece una tropa de niños exploradores al ser comparada con el crimen organizado, donde la policía no es ninguna tropa de niños exploradores, sino la pandilla protectora de los capos de la droga. ¡Y así se asesina! ¡Y así se gana dinero! ¡Y así se pierde la vida!

Por supuesto que ese país no es Panamá, porque si fuera Panamá los panameños dejarían de ver telenovelas y se organizarían y enfrentarían el problema y lo resolverían y así un niño de ocho años no soñaría con ser pandillero. Pero, ¿y si sí es en Panamá? ¿Qué esperamos los panameños? ¿La guillotina?
Tomado de http://davidclas72.blogspot.com/



Vicente Huidobro
Chile – 1893 - 1948
Poemas pótumos 19

La muerte que alguien espera
La muerte que alguien aleja
La muerte que va por el camino
La muerte que viene taciturna
La muerte que enciende las bujías
La muerte que se sienta en la montaña
La muerte que abre la ventana
La muerte que apaga los faroles
La muerte que aprieta la garganta
La muerte que cierra los riñones
La muerte que rompe la cabeza
La muerte que muerde las entrañas
La muerte que no sabe si debe cantar
La muerte que alguien entreabre
La muerte alguien hace sonreír
La muerte que alguien hace llorar

La muerte que no puede vivir sin nosotros

La muerte que viene al galope del caballo
La muerte que llueve en grandes estampidos
En Poemas póstumos





José Pablo Quevedo
Perú- Alemania

Cuándo el hombre
no sea parido
por el huevo de la muerte,
todas las estrellas
nos parecerán las mismas
en los ojos.

Cuándo el hombre
no halla nacido
en un basural
de radiación atómica,
todos los colores
serán los de la luz
para definirnos.

Cuándo los pájaros no mueran,
sin ojos en los pantanos de petróleo,
todas las rosas del universo
dejarán caer una imaginación infinita.

Maduros en el atardecer y amanecer
de la misma estrella,
seremos los mismos,
y otros, como al principio.



Elvin Munguia
Honduras
Pueblo amaestrado

incapaz de morder la mano
del primate que roba el alimento,
incapaz de morder la mano
del antropoide que apalea.
Eso decían antes…
ahora lloran…
asombrados
aterrados
del resistente
rugido del jaguar.



Octavio Paz
México – 1914- 1998
Viva México hijos de...

Cuando yo era niño vivía en un pequeño pueblo de los alrededores de la ciudad de México. Mi casa estaba en una calle solitaria y abandonada; viejas casas, árboles, polvo, soledad... La calle desembocaba en una plaza demasiado grande para una iglesia diminuta, casi ahogada por los fresnos de áspera corteza que poblaban al atrio. Aquella plaza estaba siempre vacía, excepto los días de fiestas religiosas. En ocasiones, desde temprano, una banda tocaba melancólicas marchas que querían ser marciales; en torno a los músicos, chicos y grandes formaban un absorto círculo de comedores de cacahuates. Los grandes oían sin pestañear, durante todo el día, el reducido repertorio de los músicos, infatigablemente repetido. (¿Pero oían realmente aquellas estatuas de calzón blanco, faja colorada o negra y sombreros de petate, o la música sólo era un pretexto para quedarse quietos?) Por la noche la plaza se hacía más grande y la multitud más densa; hasta la iglesia crecía. Me parecía infinita aquella plaza anegada por la sombra; y la marea de la gente, yendo y viniendo, era como una espesa condensación de la sombra infinita.
En las torres las campanas tocaban. Minuto a minuto brotaban, no se sabía de dónde, serpientes voladoras, raudos cohetes que al llegar al corazón de la sombra se deshacían en un abanico de luces (“parecen lágrimas”, decían algunos niños atónitos). Los vendedores pregonaban sus dulces, frutas y refrescos. La multitud mugía tristemente; a veces se oían gritos, voces, pronto sepultadas en un rumor confuso. A media fiesta la iglesia resplandecía, bañada por la luz blanca, de otro mundo: eran los fuegos artificiales. Silbando apenas, giraban en el atrio las ruedas prodigiosas, primero lentamente, después con tal velocidad que parecían quietas rosas de fuego. Mientras giraban despedían chispas de todos colores. Al final la primera rueda adquiría un verde brillante, como toque de clarín; la segunda, blanco; y la tercera, se volvía de un rojo bizarro, más de sandía que de mamey. Un murmullo sacudía la noche. Y siempre, entre el rumor extático, había alguna voz, desgarrada, angustiosa, que gritaba: “¡Viva México, hijos de...!”
La multitud respondía con un oleaje de penosa alegría. A los pocos minutos los brillantes colores de la bandera se quemaban en su propia luz, vueltos carbones y chirridos agónicos. La gente silbaba y era como si el infinito silbara, desde siglos. Y la banda tocaba alguna marcha de tiempos de don Porfirio.
¿A quiénes les decía ¡hijos de...! aquella convulsa voz popular? ¿Y quién era esa señora? Nunca lo supe. Primero pensé que se lo decían a los que allí se congregaban, pero cuando me dijeron que aquello era una injuria muy fea, deseché esa suposición. Más grande, en la primaria, cuando supe de gachupines, gringos y franceses, pensé que se trataba de una alusión histórica. Pronto me convencí de que también era absurda la atribución. Aquella frase no estaba dirigida a nadie y no poseía ninguna significación concreta. Si al principio quiso decir algo, ya todos habían olvidado su primitivo sentido. Se había convertido en algo mágico, inefable. En realidad era un grito en el vacío –y lanzado al vacío. A veces, sacrílegamente, he pensado que ese grito, allí, frente a la iglesia, madre de los hombres, era la respuesta nihilista de un pueblo desamparado. México era un país sin madre y, frente a la Madre Universal, el mexicano se proclamaba –o proclamaba a los que lo rodeaban– descendiente de una palabra vacía, hueca, inefable como la nada.
Cuando un español, más enamorado de la honra que del amor, insulta a otro, lo llama hijo de ramera. No hay un insulto más grave porque con él se ofrende lo más entrañable y prohibido del español. Eso se explica en un pueblo en donde la relación más importante es la de las madres y sus hijos y en países en donde el amor es una forma de la voluntad, más que un sentimiento del corazón. En México ocurre algo semejante, nada más que los mexicanos, en lugar de convertir a la madre en ramera, la substituyen por otra: la nada. “Hijo...” significa, sencillamente, ser hijo de cualquier cosa, menos de la mamá de cada quien. No es una casualidad que esa palabra se identifique a veces con un país del Oriente, el más remoto, desconocido y extravagante para el pueblo mexicano. Ya sé que hay también una razón eufónica, porque parece que la China contiene a la otra palabra, de un modo abreviado y como en cifra, pero en este caso creo que el parecido verbal sólo ha contribuido a fijarla en la imaginación popular.
¡Qué desamparado resulta, entonces, ese grito que oí de niño en un pueblo cualquiera! Pues en ese grito el mexicano se afirma, orgullosa y desesperadamente, como un hijo de la nada. Alude a su situación presente y a su turbia historia. Al gritar así, en el vacío de su alma y contra el inmenso vacío que lo rodea, expresa su voluntad de no ser.

México, 1943.- Miscelánea I, en Obras Completas, tomo 13, pp. 341-342.


Marco Antonio Campos
México - 1949
Se escribe

Se escribe contra toda inocencia
del clavel o el lirio, contra el aire
inane del jardín, contra palabras
que hacen juegos vacíos, contra una estética
de vals vienés o parnasianas nubes.
Se escribe abriéndose las venas
hasta que el grito calla, con llanto ácido
que nace de pronto pues imposible
nos era contenerlo, con luz dura
como rabia azul, quemado el rostro,
destrozada el alma, desde una rama
frágil al borde del precipicio,
Se escribe.
Tomado de Confabulación 137

Juan Rejano
España – 1903 - 1976
1968

Herida y desgarrada, tierra hermosa; estás herida y
con tu sangre tiñes las piedras que otro tiempo
sintiera las pisadas de los héroes y las doncellas
gráciles.

Herida estás, sufriendo, y son los mismos brazos
augurales que un día me acogieron como
hermano en derrota los que ahora, torturados,
se crispan de dolor.

Yo dejo aquí, desnuda, mi palabra, para sumarme
a ti, para sumarme a tus penas, tus ansias, tus
luchas, tus heridas.

Contigo he convivido, no con los que te explotan,
no con los que bandera de tu infortunio hacen
demagógicamente.

Contigo he convivido largos años. A tu lado una
vida entera he trabajado, aprendiendo de ti,
de tu firme prudencia, recibiendo a diario
esa sabiduría que sólo las afrentas y el dolor
acumulan.

Te di lo que traía: nada, un poco quizá de mi antigua
soberbia, de mi experiencia altiva, que ni siquiera
pudo domeñar la derrota.

Mi soledad te di, y más desdichas. Y también mi
deseo de enlazar mis manos con las tuyas y a
tu vera ganar los horizontes.

Ahora tú estás sufriendo, las heridas abiertas, y yo
te dejo aquí lo único que tengo: mi palabra.

Mi palabra que en una puede cifrarse: amor.




Juan Gelman
Argentina
Basta

basta
no quiero más de muerte
no quiero más de dolor o sombras basta
mi corazón es espléndido como una palabra

mi corazón se ha vuelto bello como el sol
que sale vuela canta mi corazón
es de temprano un pajarito
y después es tu nombre

tu nombre sube todas las mañanas
calienta el mundo y se pone
solo en mi corazón
sol en mi corazón



Ulrich Grasnick
Alemania
Los días de muertos

Vamos a saludar a los muertos
tal como vienen, étereos.
Se dejan llamar por sus nombres,
así estaremos todos más cerca.
Ellos bailan,
aunque es noviembre
y los árboles
enseñan sus venas negras
y sus tendones.

Invocamos a las almas de los muertos.
Ellos saben
que pensado estamos:
el aire les lleva el aroma
de sus platos preferidos.
Hoy, junto a ellos,
nos sentamos a la mesa.

En sus sueños,
despertaremos toda una noche.
No nos escondemos.
La muerte
con voces suaves
está esperando
detrás de las puertas cerradas
la comida terrenal,
al banquete
en su honor
para romper su cotidiana rutina.

También el sueño de los muertos
se empolva.
Y lo renovamos con colores,
los sacamos de su ancestral prisión
para despedirlos
nuevamente.
Para abrir su cielo
con nuestra alegría
en esta fiesta.

Trasponemos la tierra de nadie,
de la muerte.
Cosechamos de sus frutos.
Es el recuerdo
de los muertos.
Entro silencioso
en aquel círculo,
sin ejercicio aún
en aquellos ritos sonoros,
con los difuntos
que tienen que dejar la soledad
de sus escondites

Los días de muertos:
La muerte, esa faz
irradia
desde su negrura,
nos acompaña en las noches de vigilia,
en esas noches
en las que bailamos una y otra vez
con los muertos
y el metal de los instrumentos de viento
se iluminan como lámparas.
Siempre que quiero aceptar el ruido
tengo que regresar al silencio,
al coraje silencioso
a la soledad de mi meditación.
Porque sabemos tan poco
de nuestro futuro en la muerte,
de nuestra
ánima,
después de la vida mundana
podemos tranquilamente
bailar con la muerte,
abrazarla,
porque su misterio
nos abre
todas las fantasías.

El tiempo
es la muerte
detrás de la máscara del tiempo vacío,
igual como la muerte
es la máscara
detrás del tiempo vacío de ella misma.

Es la muerte
una carga deteriorada
del saber
en nuestro pesar europeo,
de taciturnidad estrecha
en los ataúdes,
esqueletos austeros
en el viaje al olvido,
mientras, en el noviembre mexicano
la obscuridad se expulsa
de las calles con colores de la luz.
Las llamas avivadas con el hurgón
cocinan los platos preferidos de los muertos.
Aquí en noviembre
es donde los vivos renuevan
la amistad con la muerte,
y el polvo se eleva por las calles,
cuando ella viene a oficiar su funcción.
Llenar de nuevo el alma
de los muertos con flores,
calentar sus soledades
con nuestras voces,
arranquemos el noviembre de su sueño.
Para agradar a nuestros mayores
nos detenemos un momento en nuestro afán,
para acercarnos a sus pasos lentos.

Las almas de los muertos, nos dicen:
Aún nos queda vida,
en nuestro presente
podemos comprenderlo mejor.

A los muertos hay que amarlos
con la fuerza con que el fuego
ama a la paja,
entonces, regalémonos en noviembre
esas pequeñas calaveras de azúcar.

Traducción de José Pablo Quevedo

León Felipe
España – 1884- 1968
VIII.
Quiero... sueño

No me contéis más cuentos,
que vengo de muy lejos
y sé todos los cuentos.
No me contéis más cuentos.
Contad
y recontadme este sueño.
Romped,
rompedme los espejos.
Deshacedme los estanques,
los lazos,
los anillos,
los cercos,
las redes,
las trampas
y todos los caminos paralelos.
Que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me arrullen con cuentos,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero,
Que no quiero que me sellen la boca y los ojos con cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero que me entierren con cuentos,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero,
que no quiero verme clavado en el tiempo,
que no quiero verme en el agua,
que no quiero verme en la tierra tampoco,
que no quiero, a su ovillo, como un hilo de barba sujeto.
Quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento,
quiero verme en el viento...
quiero... ¡quiero!... sueño... ¡sueño!
Soy gusano que sueña... y sueño
verme un día volando en el viento.



Òscar Sierra
Honduras
EL vacío de luces

El vacío de luces
Y su maquina de muerte engendra
Pistilos de volcánicos escorpiones nocturnales
Maldicen con sus corbatas el recuerdo de primavera de la patria
Huimos sobre la ladera de un mar lejano
Navegamos en silencios de penumbras llenas de sangre
Que ellos coronan con sus protocolos de poder arácnido
Solo hemos
encontrado a los felices cuervos verdes
con sus metrallas inaugurando
Lapidas a la orilla de los crepúsculos. Luciérnagas en la Memoria de las Horas Caída
Juan Gregorio Regino
Nuevo Paso Nazareno (Chichicazapan), México- 1962
Semillita de Dios

Semillita de Dios, llama a la luz.
La obscuridad es indescifrable.
Cuando se cierra el infinito
no hay forma de hallar un Dios.
Es tan distante la presencia tibia
y maternal de tus hojas.
Entre abismos de serpientes y brujos
se derrumba mi temple.
Mis ojos se abren y se cierran
y no encuentran una rendija abierta;
una mano, un camino, una estrella.
Llama a la luz, semillita de Dios,
ahuyenta a la tempestad
y la sombra que me impide ver el universo.
Toca mi puerta, no me dejes
desnudo y solo a merced del diablo.
Llama a la luz, semillita de Dios, llámalo,
enciéndelo en mí y cuídalo,
aléjalo del viento, y no permitas
que se apague, por favor, no lo permitas.





Leticia Herrera
Michoacán, México

PROSIGUE EL MISMO PESAR Y DICE QUE NO SE DEBE AÚN
NI COCINAR PARA TAN INDIGNO SUJETO, POR NO TENERLO
ASÍ TENTANDO A LA PASIÓN

Silvio, yo te maldigo y te meneo
Si aún estás en el sillón dormido.
El horno de mi amor se ha consumido
Mientras tú contemplabas tu video.

Que no reciba ya ni un testereo
De esa pasión de amante pervertido;
Película de amor porno prohibido,
Que satisfaga a solas tu deseo.

Tu vientre enhiesto a mi mente ofrezco
Aunque con susto me lo memorice,
Cuando alguien me invite algún refresco.

Si con el alma no te satisfice,
No sólo eso a ti, Silvio, te ofrezco,
Hierva en veneno todo lo que guise.

-Sor Juana Herrera



Roque Dalton
El Salvador – 1935 - 1975
El descanso del guerrero

Los muertos están cada día más indóciles.

Antes era fácil con ellos:
les dábamos un cuello duro una flor
loábamos sus nombres en una larga lista:
que los recintos de la patria
que las sombras notables
que el mármol monstruoso.

El cadáver firmaba en pos de la memoria:
iba de nuevo a filas
y marchaba al compás de nuestra vieja música.

Pero qué va
los muertos
son otros desde entonces.

Hoy se ponen irónicos
preguntan.

Me parece que caen en la cuenta
de ser cada vez más la mayoría.


Mario Benedetti
Uruguay
¿Qué les queda a los jóvenes?

¿Qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de paciencia y asco?
¿sólo grafitti? ¿rock? ¿escepticismo?
también les queda no decir amén
no dejar que les maten el amor
recuperar el habla y la utopía
ser jóvenes sin prisa y con memoria
situarse en una historia que es la suya
no convertirse en viejos prematuros

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de rutina y ruina?
¿cocaína? ¿cerveza? ¿barras bravas?
les queda respirar / abrir los ojos
descubrir las raíces del horror
inventar paz así sea a ponchazos

entenderse con la naturaleza
y con la lluvia y los relámpagos
y con el sentimiento y con la muerte
esa loca de atar y desatar

¿qué les queda por probar a los jóvenes
en este mundo de consumo y humo?
¿vértigo? ¿asaltos? ¿discotecas?
también les queda discutir con dios
tanto si existe como si no existe
tender manos que ayudan / abrir puertas
entre el corazón propio y el ajeno /
sobre todo les queda hacer futuro
a pesar de los ruines de pasado
y los sabios granujas del presente.

Hebert Loza Nieto
México - 1979
Canción bajo la lluvia

Con sencilla devoción planteo este verso,
y aseguro que después habré callado.
No será más mi boca negro heraldo,
y mis manos no serán más utensilios.

Habré callado, y se escurrirá el silencio
entre mi carne ulcerada y mi lomo de desierto,
y mi pecho, henchido por la lluvia,
será un ancho muro en barricada;
y mi sangre exigirá su cause, como río desbordado,
y mi piel será pantano de moscas y gusanos, de balas y cuchillos.

Entonces habré callado por completo,
de hombre, de árbol y de pueblo,
y de flor y de viento y de nube…
¡Ay de mí, que hasta de verso habré callado!

Pero después, cuando se evoque una canción bajo la lluvia,
y el verso se empape de nuevos labios y nuevas salivas,
y bruña y rectifique en luz la sangre de los caídos,
regresaré con mi voz en aguacero, con mi sangre de relámpago
y mi rostro líquido en lágrima y asecho.

Y entonces quedará el eco de mi estancia en las ventanas,
y mi rastro perdurará en el gris profundo de las calles solitarias,
y mi verso vivirá en el brumoso vislumbre de las crestas alejadas;
y entonces caeré y seré canción bajo la lluvia…




Santiago Bao
Argentina
Paraisos terrenales

Y en cualquier piso
aquel cuarto sumado
que habita un hombre
esclavo
o esa pocilga multiplicada
de pensiones
en donde sufre una mujer
esclava
para que el poderoso
pueda permanecer
sintiendo
la brisa placentera
en los jardines
del Paraíso
y bañarse pueda
en los ríos cristalinos
no de agua no
sino de lágrimas
de todos
los que padecen.

Allen Ginsberg
Estados Unidos - 1926 –1997

Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo! ¡Santo!
¡El mundo es santo! ¡El alma es santa! ¡La piel es santa! ¡La nariz es santa! ¡La lengua y la verga y la mano y el agujero del culo son santos!
¡Todo es santo! ¡todos son santos! ¡todos los lugares son santos! ¡todo día está en la eternidad! ¡Todo hombre es un ángel!
¡El vago es tan santo como el serafín! ¡el demente es tan santo como tú mi alma eres santa!
¡La máquina de escribir es santa el poema es santo la voz es santa los oyentes son santos el éxtasis es santo!
¡Santo Peter santo Allen santo Solomon santo Lucien santo Kerouac santo Huncke santo Burroughs santo Cassady santos los desconocidos locos y sufrientes mendigos santos los horribles ángeles humanos!
¡Santa mi madre en la casa de locos! ¡Santas las vergas de los abuelos de Kansas!
¡Santo el gimiente saxofón! ¡Santo el apocalipsis del bop! ¡Santas las bandas de jazz marihuana hipsters paz peyote pipas y baterías!
¡Santa las soledades de los rascacielos y pavimentos! ¡Santas las cafeterías llenas con los millones! ¡Santos los misteriosos ríos de lágrimas bajo las calles!
¡Santo el argonauta solitario! ¡Santo el vasto cordero de la clase media! ¡Santos los pastores locos de la rebelión! ¡Quien goza Los Ángeles es Los Ángeles!
¡Santa New York santa San Francisco santa Peoria & Seattle santa París santa Tánger santa Moscú santa Estambul!
¡Santo el tiempo en la eternidad santa eternidad en el tiempo santos los relojes en el espacio la cuarta dimensión santa la quinta Internacional santo el ángel en Moloch!
¡Santo el mar santo el desierto santa la vía férrea santa la locomotora santas las visiones santas las alucinaciones santos los milagros santo el globo ocular santo el abismo!
¡Santo perdón! ¡compasión! ¡caridad! ¡fe! ¡Santos! ¡Nosotros! ¡cuerpos! ¡sufriendo! ¡magnanimidad!
¡Santa la sobrenatural extra brillante inteligente bondad del alma!





Roberto Sosa
Honduras
La casa de la justicia

Entré
en la Casa de la Justicia
de mi país
y comprobé
que es un templo
de encantadores de serpientes.
Dentro
se está
como en espera
de alguien
que no existe.
Temibles
abogados
perfeccionan el día y su azul dentellada.
Jueces sombríos
hablan de pureza
con palabras
que han adquirido
el brillo
de un arma blanca. Las víctimas -en contenido espacio-
miden el terror de un sólo golpe.
Y todo
se consuma
bajo esa sensación de ternura que produce el dinero.




Marcos Aguilar
México
Palestina

A Silencio, mujer de mis imposibles.

Caminar sobre los días rojizos, calientes, con un viento lleno de cenizas y pedazos de piel bailoteando, temblorosos, entre plomos y puñales.

Girar en las esquinas con las manos ahogando los bolsillos, descubriendo las calles mutiladas, con concretos entintados de un color rojo de sangre, de amor, de patria; de impotencia y rabia, que esperan, amortajadas por vuelos de palomas que nunca más sabrán volver, a que alguien las recoja.

Patear la hojalata, descubriendo entre adoquines los pinceles rotos de un joven pintor que me observa en blanco y negro, anunciándome que acaba de morir.

Cruzar los vecindarios y observarlos tristemente ocres, sepias o amarillos, atravesados por niños sin sonrisas, vacíos, sin pelo, sin ojos que observen las estrellas brillando en lo profundo de la noche donde se escucha en algún lugar desconocido para mí, las voces prolongadas y el canto de las almas rotas de viejos pescadores.

Esquivar la carrera de un hombre violentado que persigue tras los perros su única locura.

Y pensar… que se vive a diario con la muerte.

Sentir mis manos en busca de los cigarrillos mientras en algún hotel cercano, lleno de mentiras y olores olvidados, alguien mata a la buena prostituta, grasienta y asquerosa, que nunca ha sido motivo de una flor… o un poema.

El continuar andando con el temor de hallar, en polvoriento callejón, los restos de alguien que no concluye en poner sobre su cuerpo toda la mañana.

El resoplar del buey herido, el de las fiestas domingueras, confundiéndose en mi pulso.

El pisotear los comics ya leídos, botellas, lentejuelos olvidados y algún montón de sangre que anuncia que un desconocido no alcanzó a nacer.

Son las tres de la mañana y repito el preguntar a las farolas, a las cantinas solitarias, a mi estómago vacío: ¿Cuántas bocas tendrá la muerte, para besarlo todo, o es dueña precisa de un beso gigantesco y fragmentario?

El seguir dudando, hablando a solas, con el deseo profundo… de ya no continuar.




Francisco Vélez Nieto
Sevilla, España
Las falsas palabras
¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que llegan.
Cavafis
Contra tan falsa verborrea
crecen, se elevan altas voces,
rebelión de gentío
que golpean los escudos
ante tan cínico pregón
que tanto pendón vocea
manos cruzadas en sus orondos
vientres, satisfechos, digestivos,
arrellanados bajo sus mentes.
¿Mas si no llegan a tiempo
qué ocurrirá con nosotros?
Pues:
Esa gente al fin y al cabo era una solución.
Poesía Unida, Editorial Nuño, 2009



Mariela Loza Nieto
México - 1977
Parto inconcluso
… no me pida poemas de amor,
cuando quiero cantar la verdad,
es la vida la que hay que enfrentar,
yo no puedo esconderla en la flor
Alí Primera
Una noche quise medir sílabas…
Juro que intenté: una, dos, tres, cuatro…
y luego…

Tropecé con cordilleras,
y estaban emponzoñadas con campos de entrenamiento para asesinos.
De tu miseria se alimentaron, Honduras.
Oligarcas artillados, ejecuciones selectivas, tortura sistemática…
y tus fértiles llanuras, acorazado del terror.

¿Cómo hacer un verso?

Si arrasaron tu tierra ardores y desolación;
alas de quetzal mutilado eres, Guatemala.
Agua Fría, Panzós, Río Negro, Xeatzán;
tortura y alarido y cuerpo desfigurado y violación…
etnocidio.

¿Un verso? ¿Cómo?

Si la carne se incrustaba entre púas de alambre.
Es tu corazón río ametrallado, El Salvador.
Mozote, Sumpul…
y la entraña de mujer cercenada y los lamentos
y triturada la lengua de hombre… y la impunidad.

¿Se podrán rimar los endecasílabos?

Cuando azotaban a manera de escalpelos voraces,
te caminaba esperanza entre la hemorragia, Nicaragua.
“contras”, boicot a las cooperativas,
atabales y sonajas saqueadas,
cuerda de ñambar hecha carbón…
Apuñalaron por la espalda a la alegría.

Intenté contar, ¡lo juro!
Una noche quise del amor hacer soneto,
ni siquiera esperaba que fuera demasiado hermoso, demasiado bueno,
pero las selvas… flageladas, sangrantes.
Una noche quise...
Y la montaña zaherida, moribundo el bosque.
Lo intenté, ¡juro que quise hacerlo!
Pero… la habilidad malograda.

Nunca concluí.
Y las brasas estaban ardiendo,
y no faltaba el amor.

Lo impidieron las lágrimas por el dolor
de las páginas que de la historia ojeaba,
hablaban del río sanguinolento agredido por tierra y aire;
de la cérvix de una niña violentada por un escuadrón de muerte,
de la arboleda que destrozó el paso de la extrema crueldad,
de la selva devastada, entristecida.

De la expoliación,
del mar destripado para quitarle el agua al pez,
del maíz que no germina en tierra podrida por Boinas Verdes,
del manantial envenenado,
de la ráfaga crepuscular…
de la noche.

Han sido las lágrimas,
y una habilidad que nació imperfecta…
o que no ha terminado de nacer… como nuestra alegría.

Eso es lo que lacera:
las contracciones tormentosas de un parto inconcluso.

Una noche quise hacerlo, ¡juro que intenté!
Un soneto de amor.
Pero se complicó el alumbramiento,
y me despedacé contra algo que no puede medirse en sílabas,
sino en atrocidades: “Operación Centroamérica”. Made in U.S.A.




Eduardo Hurtado Montalvo
México
Sombras

No conocen la muerte. Son una especie soberana que se instala en las orillas de la cosa. Pero la cosa es sólo un incidente.
Platón erró el disparo: las sombras que concurren sobre el muro, al fondo de la cueva, superan en verdad y nitidez al tumulto de formas que ocurre a nuestra espalda.
La montaña y la flor son indudables en su perfil de sombra.. La noche, sombra inmensa, es un volumen abierto a lo posible, un espesor propicio para poblar con todo (lava, gardenias, gatos) el sueño adverso de la nada.
La gente, fiel a la usanza de fusionar lo análogo, se empeña en confundir “sombra” y “fantasma”. Nada más torpe: la sombra de un quetzal no es su fantasma, según refieren todos los cronistas. Estilizado, pardo, silbador, el quetzal sombra no puede equipararse con el quetzal fantasma: blanco, silente, de cola ribeteada y metafísica.
Una soberbia inexplicable nos hace suponer que somos superiores a las sombras. Las sombras, sin embargo, son las guardianas sigilosas de un ciclo universal:

estar → no estar → estar…

Nosotros aspiramos a cubrir el lugar que desocupan, sólo por un momento, en su infinito discurrir.



Saúl Ibargoyen
Montevideo, Uruguay - 1930 (reside en México)
Hombre esperando

El hombre se acuesta
con sus mudas frases
trepándole por la boca.
Hay miedo en esas palabras
miedo en esa lengua
miedo en la espalda enterrándose
entre las vaciedades de la sábana
miedo en el cuerpo que no encuentra
ahora una suave sombra carnal
que lo sustente
miedo en los relojes
que se gastan
miedo en el grito que solamente
las orejas del hombre
pueden escuchar.
El hombre espera
con sus huesos imperfectos
con partículas fallecidas soltándose
y un silencio oscurísimo
fluye sin prisa
por todos los teléfonos.


Delmer López Moreno
Trinidad, Santa Bárbara, Honduras
Arte - Facto

Este país no necesita palabras
ahorremos verso o metáfora
cuento, fabula, cuita…
no lo intentes
ya te lo dije
este país no necesita palabras
ni la tuya
ni la mía
ni la de nadie
así como lo escuchas
así como se escribe
este país no necesita palabras
este país
el tuyo
el mío
Honduras
sin palabras




Jaime Sabines
México – 1926 - 2000
Igual que los cangrejos...

Igual que los cangrejos heridos
que dejan sus propias tenazas sobre la arena,
así me desprendo de mis deseos,
muerdo y corto mis brazos,
podo mis días,
derribo mi esperanza,
me arruino.
Estoy a punto de llorar.

¿En dónde me perdí, en qué momento
vine a habitar mi casa,
tan parecido a mí que hasta mis hijos me toman por su
padre
y mi mujer me dice las palabras acostumbradas?

Me recojo a pedazos,
a trechos en el basurero de la memoria,
y trato de reconstruirme,
de hacerme como mi imagen.
¡Ay, nada queda!
Se me caen de la mano los platos rotos,
las patas de las sillas, los calzones usados,
los huesos que desenterré
y los retratos en que se ven amores y fantasmas.

¡Apiádate de mí!
Quiero pedir piedad a alguien.
Voy a pedir perdón al primero que encuentre.
Soy una piedra que rueda
porque la noche está inclinada y no se le ve el fin.

Me duele el estómago y el alma
y todo mi cuerpo está esperando con miedo
que una mano bondadosa me eche una sábana encima.


Saúl Chernijovsky
Mijailovka, Rusia –1875 - 1943
Dicen: hay una tierra

Dicen: hay una tierra,
llena, llena de sol...
¿Dónde está la tierra?
¿Dónde está ese sol?

Dicen: hay una tierra
sobre siete pilares.
y siete estrellas brotan
sobre cada colina.

Tierra es, donde se cumplen
las esperanzas que el hombre soñó.
¿Dónde está esa tierra?
¿Dónde esas colinas?

Todo aquél que a ella llega
es recibido como un hermano,
se le desea buena suerte
y todo es claro y agradable.

¿Dónde están esa tierra
y las estrellas sobre las colinas?
¿Quién nos mostrará el camino
y por su senda nos guiará?

Ya hemos cruzado los
desiertos y los mares,
ya hemos caminado bastante
y se nos acaban las fuerzas.

¿Cómo fuimos a equivocarnos?
¡Aún no nos dejan en paz!
Esa tierra tan llena de sol
no la hemos podido hallar.

Quizá ya no existe:
¡Se apagó su resplandor!
Dios para nosotros
nada ordenó...
traducida por Arie Comey





Ana María Moreno Pérez
Quintana Roo, México
Infamia

Dolor mana de las entrañas de la tierra,
río púrpura cubre sus calles,
gritos brotan de las gargantas
nadie los escucha,
se pierden en la nada.

La justicia se resiste bajo el brillo de oro,
bajo el tintinear de la plata,
conciencias compradas,
esperanza marchita
bajo el fango de la infamia.






Luis Benítez
Buenos Aires, Argentina
Sobre Tenochtitlán los antiguos dioses toltecas del viento, la lluvia y la muerte, esperan la llegada de Hernán Cortéz, abogado de Cáceres
I


Mientras ellos flotan como vagas sombras sobre la cúspide del templo,
la pirámide, y se incendian los arrabales construidos por sus manos
cuando el mundo estrenaba el alba, en el llano ruedan las cabezas
y las lanzas perforan pechos como lluvia de raros minerales:
En la noche el lujo de la muerte es llegar
en una hiriente esmeralda al corazón del hombre.
La alegría de morir a filo de amatista.
En la amplia selva el jaguar acecha a los caídos
(otro jaguar, el tiempo, está pendiente de ellos)
y el hoatzín, el pájaro de la locura,
rueda y despliega sus alas por la tierra.
Los dioses esperan su muerte de inmortales:
Un mundo debe concluir, entero, para que ellos
expiren su exacta dignidad de las gargantas.
Todo es espejo del fuego, menos sus soberbias
pupilas. Los hombres han cerrado libros de sabiduría.
Pero sobre Tenochtitlán, la hecha para siempre,
todavía los dioses templan sus instrumentos,
cuentan sus homenajes, examinan los tributos
que un terror mayor que el que inspiraron ellos
en edades remotas ofrendó, de parte de los hombres,
en los altares olvidados hasta esa tarde extranjera.
Es la noche, la noche donde todo culmina
y ellos sobre Tenochtitlán, contando sus regalos.
Relucientes por el incendio de la tierra
Sus colgantes de ágata y de hueso,
sus estandartes de nervios, sus escudos de montañas
labradas por la ingenua hechicería.
Erizadas por el viento de la abierta nada sus plumas de papagayo.
Huesos humanos, pendientes de calaveras,
collares de orejas arrancadas al enemigo
por guerreros de la prehistoria:
Eran otros guerreros, otros eran los enemigos.
Hoy veinte arcabuces y caballos famélicos
y una canalla de cárcel bastan
con su esplendor de hierro y de metralla.
Tenochtitlán caerá: está su hora en el vuelo de las aves,
señalada en el hígado del niño recién sacrificado,
marcada hasta en el último doblez de hierba y en
los sueños. Los hombres del maíz desaparecerán,
esa es la sentencia. Los hombres del maíz, como sus dioses,
ya son sólo neblina, estupor, inútiles aplazos:
Hay en el polvo un juego de alucinaciones que horroriza.
En este momento nadie sabe si es hombre o dios
o signo dejado en una tapia. En tanto, lejos de allí,
sentado sobre un hombre, Hernán Cortés lee a Manrique.
Y no comprende. En Tenochtitlán algo ha quemado la nave
de los dioses. La retirada es inútil. Inútil la esperanza.


II
Esto sucede y se repite:
los dioses se trasladan a otros dioses,
Cortés cambia de nombre.
De las verdades cambiadas surge la Historia:
Sus muertes y sus retos son el dibujo
del paso de los hombres sobre las cicatrices del mundo.
Del destino de los tiempos es la mano inevitable
que traza en cada roca, corazón y mundo, su arduo palimpsesto.
El dibujo final que es a la vez el Cielo y el Infierno.



Francisco Hernández
San Andrés Tuxtla, Veracruz, México -1946
Gritar es cosa de mudos

Carajo, esto es el acabose.
Aunque ignoro si sea el momento exacto
-uno nunca sabe
cuándo cerrar la boca o cuándo unas palabras graves
nacerán en la frente- pero a dar curso vengo
a todo lo que se está ahogando dentro y fuera de mí:
las escamas infantiles,
el sabor de miseria,
la impasible visión de los espejos.
Bajo el viento abro el tercer postigo.
Veo cómo las hojas se espuman y se esfuman;
veo caballos del alba pasar a tumbos
sobre el lomo del río;
niños sin frazadas; árboles huecos
que cayeron del cielo;
gritos hundidos dentro de sí mismos: los veo ser
descubiertos
por luciérnagas y alertados por un perro de aguas
que conoce años ha la suerte de los náufragos.
¿Y?
Ahora yo, oteando tu cadáver a última hora
vestido con ropa limpia, oigo el triste silbato
que me obliga a bajar apresuradamente de la cubierta
para oler el aceite que te untaron en las orejas.
En tu garganta hay címbalos,
peces que no conocían la superficie del mar.
Y ahora yo el desterrado lluevo sobre los cirios,
doy vueltas y vueltas a tu cuerpo sin sangre
y me detengo.
Como si entrara a una librería desconocida
hojeo tus párpados en busca de la última palabra
cuyo significado te dolía.
¿Quién se cortó la lengua ante el espejo?
Mis huesos, sin otra cosa que calor,
se van agazapando en las esquinas.
Mis cabellos cuelgan de la levadura
de los árboles, mis duelos se nutren en el plato
del vagabundo y llego ante él sin vísceras.
Con el pellejo temblando como gelatina
me empotra en la pared: lo escucho.
Sólo su nombre retuerce mi ocio y me reanima.
Pero yo, siempre yo por debajo de todo,
sigo pensando que gritar es cosa de mudos
y que escuchar es intercambiar ecos
con barcos fantasmas o con muertos
que han perdido la esperanza de vengarse.

De: 7 Poetas Mexicanos (1940 - 1960) -Selección de Mario Meléndez - Proyecto Patrimonio – 2009- www.letras.s5.com: Página chilena al servicio de la cultura dirigida por Luis Martinez S





Sabeli Ceballos
México
hija de su maíz

es fácil decirlo
mexicana
hasta que cae sobre mí toda la historia
el karma de este pueblo que repite
los mismos horrores del pasado
es fácil escribirlo en los formatos
donde piden mi nacionalidad
aunque a veces mi mano se suspende
y se niega
se niega a declarar
pienso entonces en la palabra patria
la desvisto de eslogans de gobierno
de himnos que incitan a la guerra
contra extraños enemigos de ficción
le sacudo anilinas de bandera
y el olor de líder colonia
que ha aprendido el oficio de la mafia
repito la palabra por si acaso
pudiese olvidarme de los muchos
sobre camionetas de redilas
que entregan su destino en una urna
por una camiseta de algodón
escribo en pre venta: mecsicana
escuchando el llanto de malinche
por la hipocresía de su gente
y miro otros pueblos
otros nombres
perversos también
fariseístas
ufanos y torpes y vacíos
escribo dolor en mexicano
sabéis como soy
vos entendés
I´m talking to you
que me conoces
aunque no me tengas por paisana
escribo cansancio de los siglos
no vengan a mí con etiquetas
escribo en mi verbo más humano:
lúcida
persona
y exiliada

Comentarios

Mamen ha dicho que…
Una selección de poesías que no nos puede dejar indiferentes ante la violencia, sea cual se su cara.
Lola Fontecha ha dicho que…
No, no deja indiferentes, llegan y dan fuerte. Un besazo.

No a la violencia, no a la justificación de esta por ningún concepto.

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